Se llovió todo durante el día en Buenos Aires. Hasta granizó en algunas zonas. Fresco, para campera, y viento para completar el cóctel. Pero apenas la pelota se puso en juego, la fuente de calor surgió desde el rectángulo verde. Con 22 tipos dirimiendo unas de las grandes causas nacionales.
El termómetro del partido anduvo en una montaña rusa. Altísimo en grados (del lado “Xeneize”) cuando apareció el discutible penal vía VAR apenas los protagonistas empezaban a torearse, y que generó el 1-0. O por un penal no cobrado por falta a Borré. O cuando apareció esa atajada de Andrada a Borré a los 40. O en ese gol que, solo frente al arco, se perdió Capaldo con Armani entregado. ¿Habrá podido dormir anoche? (para peor, ¡lo expulsaron!)
Termómetro azuzado en el complemento. La carambola que hizo la pelota a los 16 minutos en el área de Boca y que no fue gol por esas cosas de la física. A los 70, la genial jugada que decantó en gol de Fernández puso el aparato a mil grados en el Monumental. 2-0. Al rato, Andrada le ahogó un gol al intratable De la Cruz. Imagen clara: local fortalecido, visitante para el cachetazo. Extremos de temperatura de locura. Ni en el Sahara se vio antes... Y aunque hubo intentos “Xeneizes” de encender la llama, el local tenía la pólvora.
El “Millonario” infló su ánimo dando respuestas, práctico y saludable. Así, a un día casi de invierno lo mutó en una primavera deliciosa que le durará días y días.
El “Xeneize” deambuló al final, voluntarioso, pero afiebrado. Frío por el momento y por el resultado, caliente por el futuro. Y es que quedó como un paciente que deberá permanecer algunos días en cama.